Fray José Mojica

Quienes tienen algunos años más que yo, que ya son mu­chos, se acordarán del famoso tenor y actor mexicano, José Mojica. Recuerdo todavía en mi casa viejos discos de acetato, de esos que se quebraban cuando se caían al suelo, con algunas de sus canciones, que, interpretadas ahora por otros cantantes, todavía se escuchan en las radios.

José Mojica había nacido en San Gabriel, ciudad del estado de Jalisco, en México, en 1895. Huérfano de padre, se trasladó con su madre a la ciudad de México, donde estudió en la Escuela

Nacional de Agricultura, pero debió dejar la carrera cuando el movimiento revolucionario la cerró, hecho que lo llevó a encon­trar su verdadera vocación. Tomó clases de canto e ingresó como alumno al Conservatorio Nacional de Música.

Comenzó a trabajar como solista en las funciones de ópera del Teatro Ideal, debutando el 5 de octubre de 1916 en el Teatro Abreu como primer tenor en la ópera El Barbero de Sevilla. Pero su futuro como actor se vislumbró en el extranjero y se marchó a Nueva York donde se empleó de lavaplatos hasta que logró ingresar a una compañía de ópera, haciendo papeles secundarios hasta que lo oyó cantar el famoso tenor italiano Enrico Caruso, quien lo recomendó a la Compañía de Ópera de Chicago. José intensificó sus estudios de canto, drama e idiomas, llegando a do­minar de igual manera el inglés, el italiano y el francés, al tiempo que aprendía a tocar guitarra y a interpretar canciones mexicanas. Paralelamente practicaba danza, atletismo y equitación. Se convirtió en un actor de moda, llegando a trabajar en el famoso Metropolitan Opera House. La Casa Edison lo contrató como artista exclusivo para grabar miles de discos con obras operáticas y canciones mexicanas de moda. Cuando se inició el cine habla­do en 1928, filmó en Hollywood su primera película: “El precio de un beso”, a la que siguieron muchas otras, las principales de las cuales fueron “El rey de los gitanos”, en 1932; “La cruz y la espada” en, 1937 y “El capitán aventurero”, en 1938. Joven y famoso tenía el mundo a sus pies, pero sentía un gran vacío en su vida que no podía llenar ni la fama, ni los placeres ni el dinero.

La muerte de su madre le causó una gran depresión de la que surgió el anhelo de cambiar drásticamente el rumbo de su vida. Empezó a alejarse progresivamente de los escenarios y del cine, se deshizo de todas sus propiedades y pertenencias y solicitó su ingreso a la orden de los franciscanos. En 1942 ingresó al semina­rio franciscano del Cuzco, en Perú, adoptando el nombre de fray José de Guadalupe Mojica. Después fue trasladado al convento de San Antonio de la Recoleta, culminando con su ordenación como sacerdote en 1947 en el templo Máximo de San Francisco en Lima.

La fama que le rodeaba le ayudó a reunir fondos para el establecimiento de un seminario en Arequipa, para lo cual recorrió Argentina y otros países. En 1958 escribió el libro “Yo pecador” donde narra la historia de su vida y habla de su conversión y pos­terior ingreso a la vida religiosa. El libro serviría de argumento para una película en la que también participó.

En 1969 el Instituto Nacional de Bellas Artes de México le rindió un sentido homenaje, después del cual regresó a Lima donde terminaría los últimos años de su vida. Murió a causa de un mal cardíaco cuando tenía 80 años de edad, atendido por una anciana sordomuda y en la más completa pobreza. Ello ocurrió el 20 de septiembre de 1974, es decir, hace 35 años. Fue sepultado en las catacumbas de la Iglesia de San Francisco en Lima. Con frecuencia usted y yo hemos cantado en la Iglesia una canción que refleja hermosamente esta emotiva historia de seguimiento de Jesús: “Tú, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre, en la arena he dejado mi barca, junto a Ti buscaré otro mar”.